En mayo de 1899 fue inaugurada en la ciudad de París la Torre Eiffel en el marco de la Exposición Universal que se realizaba todos los años en distintas ciudades de Europa para mostrar -entre otras cosas- los adelantos tecnológicos y arquitectónicos. Pero, contra toda suposición, la atracción principal de esa gran feria que se extendía por los Campos de Marte no fue la gran torre, con sus casi 300 metros de altura, ni su estructura de hierro, sino uno de los pabellones de la exposición que se llamó “Zoológico Negroˮ, donde podían ser vistos más de 400 indígenas de todo el mundo (América Latina, Oceanía, ífrica), encerrados en jaulas como si fueran animales exóticos. Seres humanos exhibidos como “trofeosˮ de conquistadores europeos.
Entre los “animalesˮ en exposición, hubo varios representantes de pueblos originarios de Tierra del Fuego y de los hermanos Mapuches de los actuales territorios de Chile y Argentina.
El éxito y la popularidad en el “viejo continenteˮ de los tristemente célebres “zoológicos humanosˮ fue tal que se los replicó en otras varias ciudades de Europa Occidental, como por ejemplo en Berlín, en donde alojaban a los indígenas en las mismas jaulas de los avestruces. Lo propio ocurrió en otras ciudades de Bélgica, de Suiza y en otras urbes alemanas como Leipzig, Mí¼nich, Stuttgart y Ní¼remberg.
Fue en este contexto mundial que la Argentina celebró sus primeros cien años en 1910 con una lujosa fiesta para pocos con la anhelada presencia de la Infanta Isabel de Borbón dejándose ver ante el mundo como el "granero del mundo". í‰ste festejo poco tuvo que ver con los festejos del bicentenario realizados en el 2010 que comenzó el 20 de mayo con 500 representantes de pueblos originarios en un acto que generó avances en políticas públicas para la identidad de nuestro pueblo.
Las teorías de superioridad e inferioridad racial, el odio que conllevan, no son nuevas ni las inventó el flamante director del Banco Nación del Gobierno de Cambiemos, Javier González Fraga.
Ya en 1857 el Conde francés Joseph Arthur de Gobineau le advertía al mundo en su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanasˮ que existían en el mundo las razas superiores como la “raza ariaˮ, proveniente de Europa del norte, y alertaba sobre la “degeneración y la caída de las grandes civilizacionesˮ que atribuía -indefectiblemente- a la mezcla racial.
Aquellas ideas, como sabemos, se propagaron durante gran parte del siglo XIX y XX y capturaron la mente, por ejemplo, de Domingo Faustino Sarmiento quien escribió" ¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado". (El Progreso, 27/9/1844).
La mayor parte de los negros que vivían en Argentina fueron enviados a la Guerra con Paraguay durante las presidencias de Mitre y Sarmiento, reduciendo drásticamente nuestra población de origen africano.
Por eso, cuando el nuevo presidente del Banco Nación, designado por Mauricio Macri, escupe sus teorías de odio y racismo en la segunda década del siglo XXI sobre la “imposibilidadˮ de los niños villeros de aprender porque ˮ“asegura- llevan en su cerebro “una marcaˮ, ello nos encuentra ˮ“debe encontrarnos-, como pueblo, en un estado de alerta.
Cuando el ex funcionario de Menem compara hoy a los niños que nacen en una villa con “animalitos salvajesˮ nos preguntamos si alguna vez González Fraga, en sus años de estudio en la UCA, leyó algo acerca las Leyes de Ní¼remberg adoptadas por la Alemania Nazi en 1935 como antesala de la Shoá (la eliminación de 6 millones de judíos, gitanos, etc., en los campos de exterminio nazis).
Cuando el Sr. González Fraga se atreve a afirmar, con asombroso dogmatismo, que los niños villeros (asumiendo además que todos provinieran de embarazos no deseados) “detestan ser educadosˮ y que entonces nunca van a serlo, nos preguntamos si en su mesita de luz todas las noches repasa los ensayos del Conde francés de Gobineau o si en vez de mirar una serie en Netflix estudia detenidamente los experimentos de Joseph Mengele de manipulación genética para “mejorarˮ a los pueblos “defectuososˮ.
¡Qué elección la del Presidente de todos los argentinos!
Una vez más, el sector gobernante, que se junta con Lewis el terrateniente que intenta despojar a las comunidades indígenas de sus tierras, que llama grasa a la militancia política y que cree que los trabajadores pueden ser desechados, saca a relucir un prejuicio y un odio inigualables hacia los sectores populares. Esta vez, lo hace retrocediendo en el tiempo a la época en la que se propagaban por el mundo los “zoológicos humanosˮ.
Quizás la próxima sugerencia de Javier González Fraga, fiel a su estilo, sea la de encerrar a los villeros en jaulas de avestruces, o utilizar el predio del ex zoológico de la Ciudad de Buenos Aires para armar un pabellón donde puedan ser escudriñados los “animalitos salvajesˮ que el Sr. González Fraga cree posible hallar en las villas de nuestro país. Por esto les molesta el asenso de sectores sociales postergados y les molesta verlos en la fila de un cine, viajando en un avión o comprándose un aire acondicionado.
Ser “salvajeˮ es arremeter, aún con la palabra, contra otros seres humanos. Lo salvaje es la intolerancia. Estemos alerta. La argentina ya sufrió un genocidio. El discurso oficial, que niega la condición humana, es atroz y no podemos permitir que ocupe el sentido común de los argentinos.
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