Una vez sancionada la ley, nuestra intención era poder garantizar y abrir paso a que todos los jóvenes tengamos a disposición una herramienta propia de construcción colectiva en las escuelas. Una legislación que nos recuerde con el paso del tiempo que el mejor lugar para los jóvenes es la política.
Al analizar nuestra historia entendemos que la lucha por la obtención de los Centros de Estudiantes viene desde hace rato. Esta ley no hubiera existido sin los pibes de la Noche de los Lápices, ni sin quienes resistieron en los ‘90 a partir de esos espacios, y tampoco tendría futuro si hoy no tuviéramos el objetivo de continuar con ese legado creando más centros que se organicen en todo el país.
Los centros de estudiantes son para muchos pibes el primer contacto con la política –una red social que frena el gen de la anti política entre los más pibes–, son la noción de que con voluntad, compañerismo y solidaridad, la vida diaria puede parecerse más a lo que soñamos. Y esto, que parece tan básico, es esencial porque es allí donde nos empezamos a formar como personas. En un mundo donde todo quiere indicarnos que haciendo dos clics en una pantalla podemos ganarnos la lotería online y “salvarnos” solos, dedicarle los días a pensar cómo hacer más valioso el paso por la escuela de nuestros compañeros es un acto de rebeldía. Es tomar el llamado de Néstor y Cristina a construir el sueño de una Argentina distinta y llevarlo a la práctica.