Política

Aunque Macri no quiera: Carnaval toda la vida

El carnaval porteño sufre nuevamente un embate del macrismo. Jorge Macri, continuando la tradición familiar de perseguir y castigar todas las expresiones de la cultura popular de la Ciudad de Buenos Aires, recorta y censura la fiesta popular por excelencia.
por La Cámpora
9 feb 2024
“Frente al proceso de globalización que pretende negar las identidades nacionales, la cultura se vuelve un espacio de resistencia”, Cristina Fernández de Kirchner  Una vez más, nos encontramos con un gobierno porteño que, alineado con la política de violencia y represión del gobierno nacional, pretende perseguir y desfinanciar los carnavales porteños. En un comunicado estigmatizante y profundamente antinacional, se muestran orgullosos de “reducir la cantidad de cortes de calle” (como si eso fueran los corsos)  que se realizaban y mover muchos de los puntos de encuentro a lugares que no provoquen interrupciones del tránsito ni inconvenientes “para los que no quieren participar de estas celebraciones” ya que en los últimos años “alteraron el orden en el espacio público”.  De este modo, Jorge Macri pretende terminar el camino que comenzó su primo Mauricio: desnaturalizar los carnavales, reducirlos a su mínima expresión y encerrarlos en un corsódromo donde esté vetada la crítica social, las posturas políticas y la identidad de los murgueros. Con la pandemia, el Gobierno de la Ciudad tuvo la excusa para reducir los 35 corsos habituales a 12 lugares de festejos (6 corsos simultáneos la primera quincena y 6 corsos la segunda). Durante el 2023, se logró gracias a la lucha de la comunidad del Carnaval volver a instalar más de 30 corsos en la ciudad, pero 4 fueron suspendidos de manera unilateral por el Gobierno de la Ciudad con sólo un día de anticipación (Barracas, PiedraBuena y dos corsos de Saavedra). Hoy, sin pandemia de por medio, el Gobierno intenta mostrar como un logro de gestión reducir los corsos a 15 siendo únicamente 8 los que se realizan en la vía pública. Las murgas, los corseros, los transportistas, los productores, los luthiers y toda la comunidad del carnaval porteño cumple un rol importantísimo en nuestros barrios: dan la batalla cultural en defensa de nuestra identidad, tradición y soberanía cultural. Además, las más de 100 murgas que existen en la Ciudad de Buenos Aires tienen un rol social conteniendo a miles de pibes y pibas que encuentran un refugio frente a una sociedad que les da la espalda y un mercado laboral que los excluye. Eso es lo que quieren destruir. El carnaval es la fiesta popular más grande de nuestro país. Los carnavales porteños existen hace por lo menos 200 años. En una fusión entre el candombe de los esclavos provenientes del África subsahariano y las celebraciones criollas, comienzan a gestarse los carnavales incluso antes de nuestra Independencia. En el siglo XX ya existían murgas en todos los barrios de la Ciudad de Buenos Aires. El carnaval desde su génesis hasta hoy ha ido mutando, transformándose, al compás de las transformaciones sociales. Sin embargo, nunca cambió su espíritu: es una fiesta comunitaria signada por la libertad y la alegría popular. En tensión con el paradigma estético del orden, el carnaval construye sentido, identidad y arraigo desde el desorden, la libertad, la danza, el goce y la crítica social.  La avanzada de la derecha sobre el carnaval no es una novedad en nuestra historia. Es paradójico: los gobiernos neoliberales siempre usaron la fuerza y la persecución en nombre de la libertad. Fue así que en 1956, Pedro Eugenio Aramburu prohibió los carnavales y luego, con el decreto 21.329 firmado por Jorge Rafael Videla se derogó la normativa del peronismo que hacía feriados los lunes y martes de carnaval.  Es importante remarcar que el poder político de turno no siempre persiguió los carnavales. Esta fiesta popular, la más grande de la Ciudad de Buenos Aires, tuvo gobiernos que decidieron acompañarla. El 2 de febrero del año 1951, fue Juan Domingo Perón quién declaró día no laborable los lunes y martes de carnaval. Luego de que Aramburu y Videla prohibieran y persiguieran los carnavales, fue Cristina Fernández de Kirchner quien restableció los feriados y garantizó apoyo estatal para su realización. El 13 de septiembre del año 2010 fue la entonces presidenta quien asumió los carnavales como una fiesta nacional. El programa Carnaval Federal de la Alegría fue una política federal que colaboró con más de 80 municipios en la institucionalización y promoción del carnaval en todo el país. Aunque Jorge y Mauricio Macri no quieran, el carnaval y las murgas existen. Mientras ellos siguen empecinados en enfrentar argentinos con argentinos, las murgas le abren los brazos a los pibes y pibas que sus modelos económicos marginan. El carnaval es patrimonio cultural porteño, así lo establece la ordenanza N° 52.039 del año 1997. Lo que no quieren entender es que el carnaval vive en cada letra contestataria, en cada ensayo, en cada lentejuela, en cada salto y en cada galera. Pueden perseguirlo, prohibirlo, estigmatizarlo: nada de eso es nuevo. Todo ya se hizo. Sin embargo, febrero y el carnaval siempre vuelven. 
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