Editorial

Tres años del 1S

Cristina vive y la vamos a liberar

WhatsApp Image 2025 08 31 at 5.18.16 PM (1)

“Presa o muerta” es el programa político del poder económico para la Argentina. Como no pudieron matarla decidieron proscribirla y encarcelarla. A tres años del intento de magnicidio subrayamos que el 1 de septiembre de 2022 fue un día trágico pero milagroso. A Cristina la quisieron matar pero vivió. Su vigencia es el punto de mayor acumulación política de nuestro pueblo y en su libertad se juega el futuro de la Argentina.

por La Cámpora
31 ago 2025

Hace tres años gatillaron una pistola en la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner y el arma falló. En la puerta de su domicilio en Juncal y Uruguay, entre centenares de personas que se congregaban para verla en medio de la persecución, alguien levantó un revólver y la bala no salió. En ese instante la Argentina entró en shock: los corazones de millones se paralizaron y en cuestión de segundos pasamos de la estupefacción a la angustia, de la incredulidad a la necesidad de hacer algo, frente a la estremecedora imagen repetida en loop en cada pantalla que existiera.

Veníamos de días tensos y eufóricos. Veníamos del payasesco alegato del fiscal Diego Luciani, con el que la derecha mafiosa conmemoró los cincuenta años de la masacre de Trelew. Para recordar cómo fusilaron por la madrugada a nuestros compañeros y compañeras, intentaban entonces fusilar a Cristina. Como la ofensiva judicial no logró amedrentar el cariño de la gente, probaron, unos días después, cercando su departamento de Recoleta con unas vallas que mandó a colocar el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, custodiadas por decenas de carros de asalto y un despliegue policial que parecía una auténtica fuerza de ocupación. Tal como hace la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con el Congreso de la Nación todos los miércoles. Bloqueando todos los accesos, los gorilas quisieron restringir la libertad de la entonces vicepresidenta de la Nación y montar una prisión domiciliaria sin ninguna sentencia judicial que la dispusiera.

Para recordar cómo fusilaron por la madrugada a nuestros compañeros y compañeras, intentaban entonces fusilar a Cristina.

Pero la militancia se autoconvocó, se bancó la represión y las vallas cayeron. Nunca se había reunido tanto pueblo en esa zona de la Ciudad de Buenos Aires. De la noche a la mañana, Juncal y Uruguay se convirtió en un centro de peregrinación. Que tanta gente se reuniera para acompañar a Cristina y hacerle llegar su agradecimiento y amor siempre le pareció al antiperonismo un acto subversivo fuera de la ley. No les alcanzaron miles y miles de horas de terrorismo mediático para desactivar esa lealtad y anular la infinita potencia política de Cristina. Tampoco fue suficiente el show permanente de Comodoro Py, con su artillería de jueces y fiscales comprados por Mauricio Macri, para destruir la moral de todos quienes sentimos una deuda impagable con Néstor y Cristina y las transformaciones que impulsaron durante doce años de conquistas y alegrías para el pueblo. Por eso mandaron a matar a Cristina.

No sabemos muy bien cómo, si fue un milagro de Dios, la presencia de Néstor o un guiño de la historia, pero contra toda probabilidad, la bala no salió y Cristina vivió. Es una “fusilada que vive”, como escribió alguna vez Rodolfo Walsh sobre Juan Carlos Livraga dando inicio a su investigación Operación Masacre. Y quizá todavía debamos extraer las consecuencias de lo que significa que Cristina viva. El 2 de septiembre, mientras el alma nos volvía al cuerpo, más de un millón de personas nos manifestamos en las calles de todo el país por amor a Cristina: pero también para alertar sobre la ruptura del pacto democrático y la proliferación de los discursos de odio, que los poderes mafiosos venían agitando desde hace por lo menos quince años para disciplinar nuestras conciencias y dejarnos sin conducción. Lejos de ofrecer una tregua, eligieron redoblar la apuesta.

Sus dos candidatos presidenciales para el 2023, Javier Milei y Patricia Bullrich, evitaron repudiar el atentado. El diario Clarín publicó una editorial donde amenazaba y adelantaba que, si la bala no había salido, sí saldría el fallo para condenar a Cristina. Y la jueza que quedó a cargo de la causa, la macrista María Elena Capuchetti, no perdió un minuto en encubrir y garantizar la impunidad de los verdaderos responsables. Como por arte de magia, el celular del principal acusado, Fernando Sabag Montiel, terminó formateado, para que no pudiéramos saber con quiénes se mensajeaba. La jueza también omitió investigar el financiamiento que la organización ultraderechista Revolución Federal recibió de la familia Caputo y le dio tiempo al diputado amarillo Gerardo Milman y a sus secretarias para que fueran a las oficinas de Patricia Bullrich a borrar sus teléfonos. No le pareció motivo de sospecha que un testigo declarara haber escuchado a Milman decir que “cuando la maten, voy estar de camino a la costa”. Seguimos preguntando una y otra vez: ¿quién mandó a matar a Cristina?

Para Cristina no hay justicia ni como acusada ni como víctima: la quieren presa o muerta. Al no poder asesinarla, aceleraron toda la maquinaria del partido mediático-judicial con el fin de proscribirla y encarcelarla, ya con Milei, Bullrich, Sturzenegger y Caputo en el gobierno y haciendo lo de siempre: endeudar, hambrear y reprimir a la gente, mientras ellos apuntalan los negocios de las grandes corporaciones y también sacan su tajada, bajo la coordinación de Karina y las enseñanzas de los Menem.

Para Cristina no hay justicia ni como acusada ni como víctima: la quieren presa o muerta.

Los intereses del poder real no podían permitir una candidatura de Cristina en un contexto donde el modelo económico de Milei y Caputo se cae a pedazos. Su presencia, caminando los barrios, movilizando y llamando a votar, era peligrosísima. “El orden de la pala, del palo y bala no me parece orden, aparte son órdenes que duran poco tiempo”, decía Cristina en su primera intervención tras el atentado, en un encuentro con Curas villeros, Curas en Opción por los Pobres y hermanas religiosas y laicas. Así que para darle sobrevida a ese orden de papel, amparado en la deuda y el miedo, la Corte Suprema emitió su fallo el 10 de junio, el mismo día que la dictadura de Aramburu resolvió fusilar clandestinamente en los basurales de José León Suárez a doce militantes peronistas. Unos meses antes de que Rodolfo Walsh escuchara en un café de La Plata que había un fusilado que vive.

Hoy Cristina está proscripta y presa en su domicilio de San José 1111, luego de que una multitud histórica de argentinos y argentinas le hiciéramos saber a los que se creen dueños del país que no toleraríamos ninguna humillación sobre su persona. Pero la vorágine de los acontecimientos no debe llevarnos a olvidar que Cristina está viva, que el 1 de septiembre fue un día triste pero milagroso y que la vigencia de Cristina es el punto de mayor acumulación política de nuestro pueblo, para hacer frente a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, para ponerle límites al saqueo de los caputoboys, para reconstruir la Patria y devolverle la dignidad a quienes todos los días trabajan para que sus familias progresen y salgan adelante.

En la libertad de Cristina se decide si seguimos siendo un país o nos convertimos en una republiqueta para pocos. El 1 de septiembre de 2022 nos fue concedido un tiempo de gracia, que nos hace enteramente responsables y que no tenemos el derecho de desaprovechar. Cristina vive. Sumate a militar.