Siempre disfruté del ejercicio de asociar los lugares a los acontecimientos históricos que se transforman en efemérides, pero ese día los jóvenes éramos convocados a encontrarnos con Néstor y escuchar a Cristina.
Vivíamos en una Argentina donde teníamos expectativas
El tiempo de la esperanza ya había pasado, ese que había comenzado el 25 de mayo del 2003. La esperanza, la de esperar, la de desear que algo bueno pueda ocurrir. Claro, antes había que salir del infierno y, mágicamente sólo quedaba confiar. Primero fue la nulidad de las leyes del perdón y juzgar a los responsables de los delitos de lesa humanidad, luego sacarse al FMI y sus condicionamientos económicos de empobrecimiento y miseria planificada. También pararse ante Bush y hacer una demostración de fuerza, alinear a los pueblos latinoamericanos con presidentes corajudos. Eso era esperanza, saber esperar. Pero para el 2010 todo había cambiado, teníamos expectativas.
Expectativas en la política
Por eso fuimos convocados decenas de miles de jóvenes y por eso asistimos al encuentro.
Había expectativas en que la política pudiera ofrecernos herramientas para modificar el rumbo de las cosas, combatir las injusticias, torcer el destino y conducirnos a un mundo mejor. Pero también expectativas en el gobierno.
Imaginar que un joven con hijos pudiera ofrecerle a su familia un hogar porque podía acceder a un crédito hipotecario y comprarse una casa, no era imposible.
Conseguir un buen trabajo para llegar a fin de mes y llevar a sus hijos de vacaciones, eso existía. Que se llenaran las universidades de estudiantes que jamás habrían imaginado ser profesionales era real.
Éramos jóvenes con expectativas en proyectos personales que despertaran la ilusión de superar a las madres y padres con buenos trabajos, mejores condiciones de vida, historias personales menos sacrificadas. En definitiva, más felices...
Expectativas de superación
Así la política, el gobierno de entonces y los jóvenes caminamos de la mano, abrazados hacia un futuro cercano donde se anidaba ilusión.
Pasaron algunos años de ese 2010, muchas cosas, casi como si hubiera pasado un siglo.
Qué tiempo éste, de familias sin expectativas y de jóvenes sin ilusión. Como el de una Argentina sin alma. Sin embargo acá estamos, recordando con nostalgia, pero con certezas también.
Si pudimos, volveremos a poder.
Así es la historia de nuestra Patria, circular.
Así como la primavera cuando sobreviene al cruento invierno helado.
Así como la calma, después del vértigo y la ansiedad.
Así como la alegría, después de la pena y el llanto.
Estemos preparados, no detengamos la marcha, no desviemos la atención de lo importante, para que el tiempo de la esperanza nos anuncie nuevamente que el pueblo recupera sus expectativas, y seamos nosotros quienes las podamos interpretar y sobre todo, concretar.