Las estadísticas del primer trimestre del año muestran a las claras el programa económico de Milei: miseria planificada como única solución a la inflación. Así lo muestra la caída del 5,1% del PBI; del 6,7% en el consumo; las importaciones se desplomaron un 20,1% y la inversión un 23,4% interanual. Uno de los pocos indicadores que aumentaron fue el desempleo, que ascendió al 7,7%.
El salto de la tasa de desocupación al 7,7% en el primer trimestre del año muestra a las claras los aspectos más nocivos que van a signar al gobierno de Milei. Una recesión inducida; no como daño colateral, sino buscada como única política anti inflacionaria y sin contemplación del impacto sobre la producción y los puestos de trabajo. Todo en el contexto de una reforma laboral que resta derechos, sin ningún tipo de evidencia empírica que justifique su aplicación para crear nuevos empleos o mejorar la calidad de los actuales.
El desempleo es un fenómeno que excede a la órbita individual. Sus efectos se extienden a lo largo de toda la estructura económica y social de nuestro país, generando un impacto significativo y multifacético que afecta tanto a individuos como a la comunidad toda. En primer lugar, el costo económico directo de la desocupación se manifiesta a través de la pérdida de ingresos para los individuos y sus familias. La falta de un empleo estable implica una disminución o incluso la completa falta de recursos económicos, lo que dificulta la capacidad de consumo y ahorro de los afectados. Esto, a su vez, puede llevar a una disminución en la demanda agregada de bienes y servicios en la economía, afectando negativamente al resto de las empresas y sectores productivos.
Además, la desocupación conlleva costos indirectos considerables. Uno de los más significativos es el aumento de la carga sobre el sistema de seguridad social y políticas asistenciales. Un elevado nivel de desempleo resulta pernicioso aún desde la absurda idolatría de Milei por el ajuste fiscal. Ocurre que una alta tasa de paro económico exige destinar mayores recursos a programas de desempleo, subsidios y asistencia social para apoyar a los desempleados y a sus familias, lo que puede poner presión sobre el presupuestos público y la misma pretensión oficial de llegar al “déficit cero”.
Por otro lado, la desocupación también tiene efectos perjudiciales sobre la productividad y el crecimiento económico a largo plazo. Cuando se disparan los niveles de desempleo, se desperdicia el potencial humano y se reduce la cantidad de mano de obra disponible para la producción y la innovación. Esto puede llevar a una disminución en la capacidad productiva de la economía, frenar el desarrollo de nuevas tecnologías y aletargar el desarrollo de procesos de innovación.
En el mismo sentido, de prolongarse un estado de desocupación crónica pueden desatarse efectos devastadores en el capital humano de la sociedad. Las habilidades y competencias de los trabajadores pueden deteriorarse si no se utilizan durante períodos prolongados de desocupación, lo que dificulta su reinserción en el mundo del trabajo y puede conducir a una pérdida de capacidades valiosa para la economía en su conjunto. Otro aspecto a considerar es el impacto psicológico y social del desempleo. La falta de trabajo puede causar estrés, ansiedad y depresión en los argentinos afectados, lo que a su vez puede afectar negativamente sus relaciones personales y su bienestar general. Esto puede traducirse en costos adicionales para el sistema de salud y reducir la calidad de vida de las personas afectadas.
En términos macroeconómicos, las altas tasas de desocupación pueden llevar a un menor crecimiento económico a largo plazo y a una mayor volatilidad en los ciclos económicos. La incertidumbre sobre el empleo puede, asimismo, desalentar la inversión empresarial y reducir la confianza del consumidor. Todo esto abonando a un espiral vicioso: bajo crecimiento económico, poco potencial de actividades rentables y altas tasas de desempleo estructural. En este punto es importante destacar que la desocupación no afecta por igual a todos los grupos demográficos y regiones geográficas. Las minorías étnicas, los jóvenes, las mujeres y las áreas rurales suelen estar más expuestos a tasas más altas de desempleo y a mayores dificultades para encontrar nuevos trabajo. En el área metropolitana de la Provincia de Buenos Aires el último dato de desocupación orilló el 10%, muy por encima del promedio nacional.
En conclusión, el daño económico generado por la desocupación es profundo y abarca múltiples dimensiones de la vida económica y social. Desde la pérdida de ingresos individuales hasta los impactos macroeconómicos de largo plazo, la desocupación representa un desafío significativo que los gobiernos y las sociedades deben abordar de manera efectiva para mitigar sus efectos adversos y promover un desarrollo integrador y sostenible. Nada de esto parece presente en el modelo económico de Milei.
La trampa del ajuste permanente solo nos arrastra a una economía más chica, con menores oportunidades y mayor exclusión.
*Militante de La Cámpora, economista, docente y director de la carrera de Economía de la UNDAV y ex titular del Fondo de Garantías de Sustentabilidad de ANSES.