Opinión

Liliputienses

por La Cámpora
4 jul 2011
Por Luis Bruschtein. Cables superpuestos hacen cortocircuito. Es liliputiense decir, por ejemplo, que hay que dar espacio a la juventud y cuando se lo dan, decir que se la prostituye. Es liliputiense en ambos sentidos. En ese caso serí­a más honesto decir que no hay que darle espacio o mentirles: decirles que sí­ y no hacerlo. Y si se lo dan: ¿los jóvenes tienen que ganar menos que los viejos, ocupando los mismos espacios? Sobredimensionada por la oposición, se quiere mostrar a La Cámpora como una paja en el ojo de la CGT, los transversales y los intendentes del conurbano. Los grandes medios se alegran con ese “vieron que se los dijeˮ que no hay lugar para la juventud, que todo el espacio está ocupado por las viejas generaciones, que el poder es para los grandes. Lilita Carrió y Eduardo Duhalde se sumaron a esa visión liliputiense de la polí­tica donde todo lo que hace el otro sirve para un discurso cloaca. En el afán difamatorio de esos discursos se cuelan algunas hilachas de la envidia. Convocar a los jóvenes es difí­cil, pero más difí­cil todaví­a es convocarlos desde un espacio oficialista. Porque la naturaleza de la juventud es transgresora. Tiene que haber alguna sintoní­a, un punto de contacto sensible, una encrucijada de confluencia con el imaginario utópico de nuevas proyecciones que caracteriza al universo de la juventud. La historia demuestra que no es fácil, que esa confluencia es más una excepción que la regla. Pero este gobierno ha podido generar ese fenómeno y su expresión más visible, pero no la única, ha sido La Cámpora. Todas las fuerzas polí­ticas intentan esa convocatoria, pero pocas veces obtienen respuesta. Esta vez la tuvo, en un proceso similar al del radicalismo a la salida de la dictadura. Las esperanzas que se abrí­an en aquel momento con la caí­da de los militares impulsaron a miles de jóvenes a participar en la fuerza que mejor los convocaba en ese momento. Antes de ellos hubo otras generaciones que se levantaron en los años ˮ™60 contra la serie interminable de golpes y dictaduras militares. La “gloriosa Jotapéˮ encarnó la convocatoria de esos años. Han sido momentos esporádicos relacionados con determinados hitos de la historia y los procesos que hicieron esos jóvenes tras su incorporación a la polí­tica fueron diferentes. Hicieron el aporte en el momento que los convocó y después cada experiencia derivó a destinos disí­miles. Esta nueva generación no tiene por qué seguir ninguno de los caminos que tomaron las anteriores y tendrá que encontrar el suyo, con su propia marca. Sin embargo, en todos los casos constituyó la posibilidad de trascendencia de las fuerzas polí­ticas que los contuvieron. Cuando Perón hablaba del “trasvasamiento generacionalˮ, por aquella Jotapé, era muy consciente de ese devenir necesario para cualquier fuerza polí­tica. Le resultó difí­cil lidiar con esa generación, tuvo choques duros y cuestionamientos, pero en todo momento supo que de esa materia prima, expresión de los nuevos impulsos de una sociedad en un momento determinado, deberí­a surgir la renovación del peronismo. Hay una visualización de un Kirchner como rupturista de una inercia de muchos años. Esa imagen encarnó con las expectativas de una generación que habí­a escuchado muchos discursos, la mitad de resignación y la otra mitad abstractos, sin ví­as de concreción. Así­ como Alfonsí­n pudo representar en el imaginario popular la recuperación de la democracia, Néstor Kirchner aparece en ese imaginario como la recuperación de los seres humanos como protagonistas de su historia. Surge con la idea de una democracia donde las personas dejan de ser ví­ctimas pasivas a tener la capacidad de transformar situaciones. La imagen de Kirchner como El Eternauta, el héroe de Oesterheld, que utiliza La Cámpora, sintetiza ese cruce de las expectativas de una generación con un proyecto polí­tico. Se podrá criticar a la generación de los ˮ™70 y a los de la Coordinadora y seguramente también a los de La Cámpora. Pero cuando se producen esos fenómenos hay que abrirles la puerta porque están mostrando algo que va más allá incluso de ellos como expresión polí­tica. Como el agua que se filtra por las grietas, están poniendo de manifiesto sentidos y tendencias profundas de una sociedad que busca los declives, los intersticios para seguir avanzando. Son los pequeños derrames que confluirán en el nuevo gran cauce, como sucedió con las experiencias anteriores. Las designaciones en muchos espacios de gestión en los últimos meses, más la conformación de las listas del Frente para la Victoria dan la pauta de un proceso de apertura. El mismo Kirchner lo hizo antes con los movimientos sociales, sobre todo con el movimiento de derechos humanos, incorporando a muchos de sus referentes jóvenes a las listas parlamentarias. Esta vez, el rasgo distintivo está enfocado en la juventud que se incorpora a la militancia. Cuando se produjo el fenómeno de la Coordinadora, el peronismo maltrecho que habí­a llegado a la democracia asistió con sorpresa al surgimiento de esa nueva juventud, a la que Alfonsí­n cedió espacios rápidamente. Con este nuevo fenómeno, que tiene su expresión mayoritariamente peronista pero que lo excede en un ámbito más amplio, las viejas formas de hacer polí­tica son las primeras en reaccionar con malicia y de manera solapada. Los acusan de oportunistas ocultando que en realidad esa generación se incorpora al kirchnerismo en el peor momento, justamente cuando se iban los oportunistas, después de la derrota de la 125 y de las elecciones de junio de 2009, cuando los grandes medios festejaban por anticipado la caí­da del gobierno y la oposición daba por descontado que gobernarí­a desde el Congreso. Si fue una decisión oportunista, evidentemente elegí­an mal las circunstancias. Antes no figuraban, pero fueron mayorí­a en los festejos del Bicentenario, fueron mayorí­a en el último acto de Kirchner en el Luna Park y fueron mayorí­a en la Plaza de Mayo en las exequias de Kirchner. Todas esas presencias en el peor momento de la gestión kirchnerista estaban diciendo algo, tení­an un significado importante para el saldo histórico de esa etapa. La otra acusación es la corrupción. “Son jóvenes que cobran como varios jubilados juntosˮ, dijo Duhalde. Entonces o se les cierran los espacios o se les paga menos por ser jóvenes, porque ninguno gana más de lo que gana cualquier funcionario de la misma categorí­a. La acusación no es inteligente, solamente maliciosa. A diferencia de las dos anteriores, esta generación tiene mucha formación técnica y heterodoxa y también la soberbia y el empuje que tienen todas las nuevas generaciones. Tienen el conocimiento académico y la carga cultural de la época para ensayar nuevos caminos. La mayorí­a de ellos viene de alguna militancia estudiantil, profesional o territorial independiente en los años ˮ˜90, y fueron atravesados por la crisis del 19 y 20 de diciembre del 2001. Este es el momento en que sus destinos se cruzan con una coyuntura polí­tica que los convoca. Es el momento de sus vidas de aporte más genuino. Tienen la responsabilidad de ser jóvenes. Lo que harán después dependerá de la forma en que la sociedad y ellos mismos sean capaces de elaborar y madurar con esos aportes. Para los jóvenes de los ˮ™60 y ˮ™70 hubo un después del 20 de junio de 1973. Para la Coordinadora hubo un después del Punto Final y la Obediencia Debida. Pero más allá de todas esas consideraciones, los nombres que comienzan a ser nombrados, las caras que empiezan a ser conocidas, serán las que ocupen de aquí­ en más y por mucho tiempo, el escenario de la polí­tica, al igual que lo hicieron sus antecesoras con sus aciertos y errores. En: Página 12