Editorial

Primaveras

por La Cámpora
11 mar 2013
El triunfo electoral de Héctor Cámpora del 11 de marzo del 73 es una fecha que, como pocas, condensa la historia y el significado profundo del peronismo y de la larga lucha del pueblo argentino. Este particular año, en el que se cumplen 30 años de democracia continuada también se cumplen 40 años de aquella efí­mera “primaveraˮ cercada por dos oscuros “inviernosˮ. La victoria de Cámpora, por un lado significó la recuperación de la soberaní­a popular para el pueblo argentino luego de que durante largos 18 años los partidos polí­ticos “amantes de la repúblicaˮ y “fanáticos de la institucionalidadˮ fueran cómplices necesarios de los militares participando, a través de farsas electorales con el partido mayoritario perseguido y proscripto, de esa “democraciaˮ que nos salvó del “régimenˮ peronista. Cuando los militares golpistas lo permití­an, la politiquerí­a hací­a la pantomima de ocupar los cargos para continuar con la misma polí­tica de desindustrialización, de persecución, de censura, entreguista y antipopular. Por otro lado, pocos imaginaban que la alegrí­a y esperanza que el breve perí­odo del gobierno de Cámpora habí­a generado en la juventud organizada y en los trabajadores, que vení­an resistiendo heroicamente, iba a terminar poco tiempo después en el golpe cí­vico militar más sangriento de nuestra historia. En ambos oscuros perí­odos hubo una gran triste coincidencia: la persecución polí­tica y la censura para imponernos a los argentinos un gobierno que representaba intereses ajenos y opuestos a los del pueblo. Las corporaciones y la banca internacional tomaban las decisiones y los milicos golpistas y asesinos o los politiqueros de turno las ejecutaban como tí­teres. Esa “primavera camporistaˮ, en la que florecí­a la participación abierta de la militancia en las calles y los ideales de profunda transformación parecí­an al alcance de la mano, significó para las generaciones actuales un faro de luz durante tantos años de neoliberalismo. Para muchos de nosotros, que crecimos en pleno consenso de washington, con gobiernos que utilizaron una conquista tan importante y tan costosa, como el derecho a votar a nuestros representantes libremente, para traicionar al pueblo y venderle la nación a las corporaciones económicas y financieras, el simple hecho de conocer lo que realmente habí­a pasado en esos años 70 era un acto de rebeldí­a y de esperanza. Rebeldí­a porque durante los años noventa el discurso hegemónico y monolí­tico de Clarí­n y su monopolio, ocultaba por completo la información sobre lo que habí­a ocurrido en nuestro paí­s por aquellos años. De la misma forma en que Magnetto defendí­a y protegí­a a la dictadura mientras censuraba otros medios y asesinaba a miles de argentinos para obtener a cambio dinero y una posición monopólica en el mercado de papel de diarios, durante los noventa instaló la teorí­a de los dos demonios mediante el silencio, la mentira y el ocultamiento de lo que habí­a ocurrido realmente durante los años 70. Romper ese cerco mediático y poder llegar a conocer militantes de aquella época y escuchar sus anécdotas, preguntarles nuestras dudas, discutir ideas, era para nosotros una forma de resistencia y a la vez de esperanza porque también nos dábamos cuenta de que el verso del “fin de la historiaˮ también era mentira. Si habí­a existido un Cámpora y una generación tan idealista y comprometida, en algún momento podí­a volver. Y si ellos tomaron las banderas de los caudillos federales y de los revolucionarios de mayo, ¿por qué nosotros no lo í­bamos a hacer? Y de pronto vino un flaco, en medio del caos y la desolación del “que se vayan todosˮ, que además de presidente era un militante. Era parte de esa generación diezmada pero estaba ahí­, con su compañera, con los mismos ideales y con unas ganas y un coraje tremendos. Y nos trajeron los 200 años de historia de un dí­a para el otro. No vinieron a ocupar ningún cargo porque algún poder fáctico se los prestaba sino porque el pueblo los eligió para que lo representen, lo defiendan y lo dignifiquen. Nos enseñaron que las ideas se bancan hasta el final. En estos tiempos en los que vemos cómo algunos dirigentes hacen cola tristemente para salir un minuto en la tele y decir lo que sea que ordene Magnetto, el recuerdo de la renuncia del Tí­o Cámpora que cuando vio los peligros que amenazaban a la Argentina no dudó un segundo en depositar y poner nuevamente el paí­s en manos de Perón, es un ejemplo de lealtad, desprendimiento y compromiso con la patria, entendida como un proyecto colectivo. Hoy el mismo pueblo que lucha hace más de 200 años, con sus triunfos y sus derrotas a cuestas, encontró a Cristina, una conductora que sintetiza los sueños de aquella, de esta y de las futuras juventudes maravillosas que están naciendo. Con su ejemplo cotidiano nos señala que aún nos queda muchí­simo por hacer y que las banderas de Perón, Evita y todos los patriotas que lucharon por los pueblos de su tierra, se levantan profundizando el proyecto nacional, popular y democrático todos los dí­as, en cada barrio, en cada escuela y en cada facultad. El recuerdo del Tí­o Cámpora a 40 años del triunfo electoral del 73, en el año en el que también se cumplen tres décadas de democracia continuada, nos invita a reflexionar en todo eso: en ejercer la democracia real y profundizarla en todos los ámbitos donde haga falta; en continuar el ejemplo de los que ya no están como el Tí­o, como Chávez y como Néstor, que lucharon hasta el último dí­a por su pueblo; en sentirse parte de un proyecto colectivo como individuos, como militantes, como argentinos y como latinoamericanos; y en que puede durar durar 49 dí­as o 10 años pero depende de nosotros mismos que esta primavera nunca termine.