Política

La Ciudad que resiste

Un Pueblo que se organiza y lucha, vence

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Las Invasiones Inglesas fueron un acto de resistencia heroico del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires frente a Gran Bretaña, la segunda potencia mundial de la época. Se organizaron milicias, trincheras y barricadas; se arrojaron piedras y grasa hirviente desde los balcones: esta defensa popular no sólo avivó el espíritu de la Revolución de Mayo y de nuestra Independencia, sino que forjó en nuestro ADN nacional la convicción de la lucha por nuestra soberanía y nuestra dignidad.

por La Cámpora Ciudad de Buenos Aires
4 jul 2025

Las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 son vistas, muchas veces, como un episodio pintoresco de la historia argentina. Todos y todas tenemos almacenada las imágenes de los criollos (incipientes argentinos) tirándole baldes de aceite y agua hirviendo a los invasores.

En realidad se trata de un acto heróico del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires (y sus alrededores) que, frente a un agente invasor, se organizó para resistir y repeler a la mayor potencia militar del siglo XIX. Éste episodio grandioso protagonizado por nuestro pueblo sirvió de inspiración para lo que vendría: la Revolución de Mayo de 1810 y la Independencia en 1816.

Resulta difícil dimensionar la escala y la magnitud de la hazaña conseguida por los que entonces poblaban nuestras tierras. Si bien la noción de “argentinidad” aún no existía como tal, estaba claro que los futuros miembros de la nación Argentina presentaron, desde sus orígenes, una actitud de defensa tenaz de la soberanía y de repudio al coloniaje. Ambas cuestiones integran el ADN nacional hasta nuestros días (con despreciables excepciones, como la de Javier Milei).

Gran Bretaña tenía, a principios del siglo XIX, entre treinta y cuarenta colonias y territorios dependientes. Entre los cuales están, por ejemplo, Canadá, Australia, y Ciudad del Cabo (Sudáfrica). En pleno conflicto con Napoleón y con un gran poderío naval y militar, los británicos eran literalmente la segunda potencia mundial en términos de extensión en kilómetros (detrás de España).

Los futuros miembros de la nación Argentina presentaron, desde sus orígenes, una actitud de defensa tenaz de la soberanía y de repudio al coloniaje.

La “bravura” del virrey Rafael de Sobremonte durante la primera invasión inglesa quedó manifiesta cuando -huyendo a Córdoba- le ordenó a sus comandantes lo siguiente: “Si tiene tropa y armamento, defienda la ciudad, si no tiene, entréguela.

Además de la posición estratégica del puerto de Buenos Aires (salida de metales preciosos a la metrópoli) y de la cercanía al estrecho de Magallanes que conecta los dos océanos, los ingleses vinieron a hacer lo que mejor saben hacer: “robar el botín”. En esta ocasión, robaron algo así como $ 1.438.514 de pesos. Indefensa como la encontraron a Buenos Aires, los ingleses permanecieron cuarenta días en los que fuimos -brevemente- colonia británica. Como suele suceder, la ocupación contó con la anuencia y colaboración de personajes como José Martinez de Hoz que ocupó el cargo de Jefe de Aduana mientras duró la ocupación foránea.

Las tropas de Santiago de Liniers se alistaron en la cercana Ciudad de Montevideo y regresaron a la Ciudad para la famosa “Reconquista de Buenos Aires” que culminó el 12 de agosto de 1806 con la rendición de los ingleses al mando de Beresford. En las batallas de la Reconquista lucharon, además de los soldados reunidos bajo el mando de Liniers, hombres y mujeres de todas las edades. Lo hicieron con bravura y valentía, defendiendo aquella Ciudad que el virrey Sobremonte había dejado desprotegida. Combatieron a los 1600 hombres que vestían los colores de la corona británica y los expulsaron del Río de la Plata.

Los británicos, a quienes no les gusta ser humillados por un adversario al que consideran inferior, volvieron a la carga y -como todos sabemos- intentaron por segunda vez invadir Buenos Aires el año siguiente. Pero, como sucedió en 1806, tampoco lo consiguieron.

Esta vez, para no sufrir una derrota militar, los anglosajones organizaron una operación militar de gran escala. Al mando del Teniente General John Whitelocke se encontraba un ejército de alrededor de 14.000 soldados conocido como los “Highlanders” (ejército de élite de la corona británica). El ejército invasor venía envalentonado luego de haber tomado, en febrero, la Ciudad de Montevideo. Pero esta vez, al mando de Martín de Álzaga y Santiago  de Liniers, la población de Buenos Aires (no más de 30.000 habitantes) se había estado preparando y organizando en milicias populares (batallones, regimientos). Los invasores fueron recibidos en trincheras y barricadas organizadas por el pueblo de Buenos Aires, en cada una de sus esquinas.

Los ingleses contaron con la anuencia y colaboración de personajes como José Martínez de Hoz, que ocupó el cargo de Jefe de Aduana mientras duró la ocupación foránea.

Los ingleses recibieron disparos, piedrazos y grasa caliente de balcones y azoteas. Cada casa se convirtió en una trinchera de combate. Niños, ancianos, esclavos jugaron también roles decisivos en la defensa de Buenos Aires como así también las mujeres de la Ciudad, entre las que se destacan Martina Céspedes y Manuela Pedraza.

El 7 de julio el Teniente General Whitelocke se rendía ante Santiago de Liniers. Buenos Aires pudo resistir una segunda invasión de un ejército convencido de que se quedaban para siempre. Los ingleses perdieron más de 2500 hombres y, al regresar a Londres, Whitelocke fue enjuiciado y degradado por la humillación sufrida en el Río de la Plata.

De semejante humillación participaron, entre otros, un jóven Juan Manuel de Rosas y un valiente Martín Miguel de Güemes que atacó el barco insignia inglés “Justine”.

Estos episodios heroicos protagonizados por el Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires constituyen una muestra del germen patriótico que se estaba gestando previo a la Revolución de Mayo. La defensa de la soberanía frente a las potencias es una característica que los argentinos y las argentinas demostramos una y otra vez a lo largo de la historia, como más tarde sucedió en la Batalla de la Vuelta de Obligado, o en el rechazo de Perón al ingreso del FMI a nuestro país o en la estatización de YPF durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Ello no quiere decir que los ingleses, y luego los norteamericanos hayan desistido de querer controlar el país, robarnos lo que es nuestro y mantenernos sometidos. Cambiaron, sin embargo, el instrumento de la dominación. Tan solo veinte años después de la Reconquista de Buenos Aires y la frustrada invasión inglesa de 1807, Bernardino Rivadavia contrae un empréstito con la Baring Brothers por 1.000.000 de libras esterlinas que se terminó de abonar casi cien años después. En la década infame se firmó el penoso pacto Roca-Runciman. Luego, la nueva potencia mundial del siglo XX -EEUU- consolidó su dominación sobre buena parte del mundo -y de Argentina- a través de su instrumento endeudador (FMI). Ese endeudamiento, por ejemplo, al que estamos actualmente sometidos todos los argentinos y argentinas gracias al “Messi de las finanzas” Luís “Toto” Caputo, que lleva ya tomados más de 60 mil millones de dólares de deuda con el FMI de forma impune, y aún debe explicar su financiamiento familiar a grupos violentos vinculados al atentado contra la vida de Cristina Fernández de Kirchner.

A esto se suma, como dijera la compañera el 20 de noviembre del 2010 desde la Vuelta de Obligado, las nuevas formas de dominación, que ya no tienen que ver con el gobierno de un territorio sino del control de nuestras mentes y corazones. Ya no se necesitan ejércitos, ni buques para dominar sino la pasividad de sociedades enteras que se dejan colonizar a través de redes sociales, plataformas digitales o la misma IA.

La Ciudad que se defendió de dos invasiones inglesas es la misma que años más tarde parió la Revolución del Parque de Leandro Alem. Es la misma Ciudad que fue el epicentro del 17 de Octubre en el que nació el peronismo. Es la misma Ciudad protagonizó el 2001 cuando Fernando De la Rua se tuvo que ir de la Casa Rosada en helicóptero, y la misma que hace menos de un mes orquestó el histórico 18 de Junio en defensa de Cristina. En defensa de Argentina. Porque, como sabemos, Cristina es Argentina, y es el punto más alto de nuestra soberanía como Patria y como Pueblo.