Opinión

Mártir del federalismo argentino

Dorrego, el Cuerdo

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Se enfrentó a la aristocracia más terrible, “la aristocracia del dinero", y pagó con su vida promover derechos como el voto en ciertos sectores populares, prohibir monopolios de artículos de primera necesidad y oponerse al endeudamiento externo de la nación.

por Luis María Di Camerana *
12 dic 2024

En la “Plazoleta Suipacha”, ubicada en pleno centro porteño, se encuentra, quizás, la estatua más grande de Manuel Dorrego en todo el territorio nacional. La comisión encargada de llevar adelante semejante obra tardó -nada más y nada menos- que 26 años en reunir los fondos para poder encargar a su autor, Rogelio Yrurtia, la confección de la misma.


Sin embargo, lo más curioso, es la manera en la que Yrurtia decidió retratar y rodear al coronel Dorrego. La majestuosa imagen del prócer está acompañada de dos figuras clásicas de la mitología griega: la fatalidad, representada por un joven atrapado por una serpiente, y la victoria, representada por la musa griega de la historia y poema épicos. 

La primera encarna la traición y su trágico final. La segunda simboliza la “victoria” de Dorrego al trascender su fatídica muerte en Navarro.

Quizás muchos y muchas no conozcan el relato sobre la muerte de Manuel Dorrego pero, al igual que el mismo le confiesa a su amigo Estanislao López antes de su fusilamiento, también ignoren el motivo por el cuál fue cobarde e injustamente ejecutado sin juicio previo por orden del general Juan Lavalle.


Vale la pena recordar brevemente algunos hitos de la vida de Dorrego. Participó activamente en las batallas por la independencia argentina alcanzando el grado de coronel. Fue fundamental en las batallas de Salta y Tucumán. El propio Manuel Belgrano admitió que no hubiera perdido en Vilcapugio y Ayohúma si hubiera contado con la presencia de Dorrego. Sufrió el exilio y fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires dos veces.


Férreo opositor a la oligarquía librecambista porteña, encarnada en Bernardino Rivadavia, utilizó su voz para oponerse a este sector sin tapujos: “He aquí la aristocracia, la más terrible, que es la aristocracia del dinero”.


Durante sus cortos -pero intensos- gobiernos promovió una ley que permitía que buena parte de los sectores populares pudieran votar, abolió la leva (sistema forzoso de reclutamiento de tropas de gauchos y peones), fijó precios máximos para la carne y el pan para evitar los abusos de los comerciantes, prohibió el monopolio sobre productos de primera necesidad pero, su rasgo distintivo (y que sus opositores no le perdonarían) fue haberse opuesto firmemente al mecanismo de endeudamiento que había iniciado Rivadavia con la Baring Brothers.

Ni bien asumió su segundo mandato suspendió el pago de la deuda.

El tristemente célebre acuerdo hecho por el gobierno de Rivadavia consistía en el préstamo por un millón de libras esterlinas que, por distintas tasas aplicadas, llegó menos de la mitad, y no en dinero sino en papeles negociables. Los objetivos iniciales por los que se había pedido el préstamo (obras de infraestructura como por ejemplo: un puerto moderno para Buenos Aires) no se cumplieron y gran parte de ese dinero se destinó a la Guerra con Brasil por la Banda Oriental.


La tasa era del 6% anual. El mismo se terminó de pagar ochenta años después (en 1904) y nuestro país terminó abonando nueve veces lo recibido en 1924. Un negocio redondo para la entidad financiera.


Cuando Dorrego asumió su segunda gobernación sólo los servicios de la deuda equivalían al 120% de la recaudación y el déficit triplicaba a ésta. Dorrego denunció públicamente las maniobras especulativas de una compañía de minas, fundada por el propio Rivadavia en Londres, había pedido al gobierno una indemnización por más de 50.000 libras esterlinas inútilmente gastadas en minas que no existían.


Además detalló el descalabro económico realizado por el gobierno de Rivadavia que había dejado las arcas del estado vacías (y endeudadas) y había humillado a las tropas que habían combatido en la guerra con el Brasil desfinanciándolas completamente.


Éstas son, ni más ni menos, las razones que llevaron a Lavalle y los conspiradores porteños a asesinar a Dorrego. No se trató de un enojo personal del General Lavalle ni de un arrebato de violencia de las tropas que lo custodiaban como se suele creer.

El golpe de estado a Dorrego y su posterior fusilamiento fue una decisión política premeditada por Rivadavia y sus aliados.

¿Quiénes se reunieron, varias veces en secreto, para planificar el desenlace final del Coronel? “Los autores del movimiento del primero de diciembre son Rivadavia y sus satélites”, escribe San Martín a O Higgins.


Así como durante el gobierno de Rivadavia se había dado forma e impulso a una forma de gobernar que incluía endeudamiento, especulación financiera y bajo nivel de participación (las decisiones se encontraban en pocas manos); el rebelde Coronel Dorrego había demostrado que se podía gobernar de manera contraria: a favor de las mayorías, sin endeudarse con las potencias, sin dejarse humillar y fomentando la participación. No le perdonaron nunca semejante acto de cordura patriótica.


Pidió morir con la “chaqueta” unitaria. Quizás como una metáfora sobre la mancha de sangre que significó el fusilamiento para el joven país. Se lo dijo a su hermano antes de morir: “No siento tanto por mi muerte como el descrédito y los males que amenazas a nuestra amada Patria”.


Manuel Dorrego, “Promotor, paladín y mártir del federalismo argentino, héroe de la Independencia y de la Organización Nacional” (como dice la estatua emplazada en la poca conocida “Plazoleta Suipacha”). 


*Militante de La Cámpora