Gracias Dios por el fútbol
Con esa frase, el 22 de junio de 1986, Víctor Hugo Morales remataba la descripción de la jugada de todos los tiempos. El Estadio Azteca asistía a la Navidad del Fútbol, el Cristo criollo hacía justicia divina con el Imperio Pirata. Días después llegarían los Reyes Magos con la Copa del Mundo para rendir tributo el genio del fútbol mundial.
El 20 de agosto del 2009 se produjo una jugada que es al fútbol argentino, lo que aquella corrida del Pelusa fue al fútbol mundial. Y el muchacho también estaba ahí, en ese estrado que ya era una trinchera popular contra los monopolios de ayer y de hoy.
Ahora no llevaba la pelota, pero sonreía feliz porque la pelota iba a ser de todos, porque su profecía se hacía realidad: “la pelota no se manchaˮ. Esa pelota que nos escondieron, esa pelota que no nos dieron como pueblo durante tantos años, estaba a punto de ser democratizada.
¿Por qué durante tantos años toleramos y naturalizamos que “el deporte más lindo del mundoˮ, hecho por el pueblo, fuera de tan pocos? Nos habían acostumbrado a eso como a tantas cosas. Pero desde aquel sol que salió un 25 increíble seis años atrás, empezamos a entender que algunas cosas que creíamos nunca iban a cambiar, cambiaron.
Y ese sol, ese Proyecto, esas convicciones, estaban ayer con pelota dominada desparramando monopolios, “para que el país sea un puño apretado gritando por Argentinaˮ, como señalara el poeta oriental.
El fútbol es un deporte de pueblo, es una cultura de pueblo, excede los límites de una disciplina. Como rezan las banderas, es un sentimiento inexplicable y el sentimiento se democratizó.
Ya se escucha el eco de los refutadores de leyendas que vendrán a señalar todo lo que falta en otras áreas, como hacen frente a cada acción, en su afán obsesivo porque todo un pueblo se suicide de depresión. Los hemos visto gobernar, Dios nos guarde de esa calamidad, en la oposición critican todo, en el gobierno no hacen nada.
Nosotros hemos elegido hace tiempo la ruta de los barriletes cósmicos, como aquel Coronel que un día razonó que lo más lógico era que todos fuéramos dignos y tiró la pared más maravillosa de la Historia con aquella mujer, que había venido de otro planeta.
De aquella jugada nació el movimiento de todos los tiempos que algunos pretendieron privatizar en los noventa y que un guapo de pierna fuerte recuperó, haciendo pata ancha allá por el 2003, para que volviéramos al partido que teníamos que jugar: el de la Patria.
Hoy la 10 la lleva la Compañera Coraje y al lado estamos todos, corriendo y sudando, jugando contra los ingleses de adentro. Si perdimos algún partido, que sepan que lo que importa es el campeonato. Le pese a quien le pese, seguimos gritando goles, goles del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No es perfecto este proyecto, pero demuestra en el día a día, en la cancha, la certidumbre de que las peleas se dan, y que tiene palabra y tiene acción, por eso el proyecto no se mancha.