La Argentina mediática da para todo y esta campaña también. Aquellos que pretenden evadir la disyuntiva histórica de esta elección, tendrían que explicar por qué apelan a cualquier recurso mediático, si es que acá no están en juego dos modelos de país y en realidad es una elección más.
Lamentablemente en este clima de opinión generado por los propios Medios, un acto de censura no nos llama la atención. Todo lo que signifique reconocer, aunque sea de manera tangencial, los logros del proyecto político que conduce los destinos de la Argentina desde del 2003, está virtualmente proscripto y quien ose trasponer ese límite, después paga la herejía con el ostracismo.
Por lo tanto, lo que ocurrió en el programa Tres Poderes, cuando abruptamente fue sacado del aire el periodista Reynaldo Sietecase, que casualmente venía de una entrevista no complaciente con De Narváez y se refería en el editorial final a los dueños de los medios, constituye en hecho absolutamente condenable pero para nada sorprendente.
Inclusive, tampoco sorprende que la mayoría de medios independientes y toda la plétora de comunicadores democráticos, prácticamente, no haya hecho mención a tan grave afrenta a la libertad de expresión.
Sin embargo, lo que resulta por lo menos extraño y rompe todo marco, es que los censurados hayan desmentido una evidente censura descubierta por todos los televidentes, para luego enfrentarse con los poquitos colegas que denunciaron la situación.
El país mediático da para todo. Por eso nos quedamos con el país real, absolutamente censurado por las empresas de comunicación. El 28 de junio, van a tener que explicarle a la ciudadanía cómo el proyecto que, según ellos, plagó de males la Argentina y que nadie quiere votar, se impone en las urnas frente a la más vergonzante campaña política que ellos mismos organizaron.