MUNDO MARINO
Seguro los dueños de Oscurín y sus principales editores se sintieron conmovidos cuando veían y escuchaban a Juan Carlos Marino (senador por la pampa, UCR) tratando de culpar a los Kirchner de las interferencias que sufrían las señales pertenecientes a tan sufrido grupo económico.
Dijo Marino (voz de preocupación y ya sin espejo): “el hijo del matrimonio presidencial pegaba carteles con La Cámpora con expresiones que no son del todo felices como TN miente o Todo Negativoˮ¦Los hechos deben ser esclarecidosˮ, clap clap clap, felicitaciones senador se hizo acreedor a muchas horas de aparición en los martillos mediáticos del grupo oscurín y, por supuesto, al Mac Carthy de oro.
La corporación periodística hizo gran alharaca de estas interferencias y logró provocar cierto realismo mágico en algunos sectores de la sociedad. Al final de cuentas, parece que la interferencia era provocada por la construcción de un telepuerto en Centroamérica y no por algún Kirchner que, copiando a Jim Carrey en la película El chico del cable (The cable guy) se arrojaba sobre una antena parabólica para evitar su transmisión.
EL VOCERO
Dijo van der Kooy: “Abruma la práctica cotidiana de los piquetes y el escrache que fue consentida durante años por los Kirchner. Inquieta la hostilidad de las palabras entre el Gobierno y la oposición en una instancia donde debiera prevalecer alguna compostura. Alarma la obsesiva confrontación oficial con la prensa. Ocurrió en los últimos días una interferencia a señales de radio y televisión (Canal 13, TN y Radio Mitre). No hay pruebas de que esa interferencia pueda tener que ver con aquella confrontación. El Gobierno se comprometió, aunque con demora, a una investigación. Sería prudente desterrar cualquier sospecha y reponer calma en un ambiente político-social tenso y sensibilizadoˮ.
Para van der Kooy no reprimir es consentir, aunque si tomamos en cuenta que cuando de Angelis fue “retirado a upaˮ el año pasado en el corte de Gualeguaychú, el gran diario argentino lo calificó como un hecho en el cual se produjo una grave “represiónˮ, bien hace el Gobierno en no seguir los consejos de este brillante columnista.
[caption id="attachment_522" align="aligncenter" width="421" caption="Tapa mentirosa, tendenciosa y amarillista del pasquín del Grupo Económico."][/caption]
Vale aclarar que, en los primeros tiempos de Kirchner el diario La Nazion y la señora de Duhalde pedían mano dura a pesar de lo ocurrido en el puente Pueyrredón durante la masacre de Avellaneda que terminó con la vida de Kosteki y Santillán. Basta recordar el lamentable papel de Oscurín también en aquella oportunidad.
[caption id="attachment_491" align="aligncenter" width="440" caption="La crisis duhaldista fusila a dos manifestantes en la estación Avellaneda."][/caption]Es así que las cámaras patronales sojeras no sólo deberían agradecerle a los radicales sus votos no positivos sino no haberlos tratado como la Alianza trató, a pocos días de haber asumido a una manifestación de estatales en el puente de Corrientes y Chaco, que dejara el saldo de dos muertos y una decena de heridos de bala.
No debe entender van der Kooy como confrontación una propuesta de proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que modifique aquella que fuera sancionada durante la dictadura. En realidad, debería estar contento, si es honesto, ya que Oscurín puede dar su punto de vista en esta oportunidad a través de gente como Marino y demás. Quizás podríamos llegar a pensar que, les molesta más discutir esta propuesta de proyecto que aceptar gustosos un marco legal de radiodifusión producto de la junta militar.
El macartismo que ejerció el grupo Oscurín tanto sobre el gobierno como sobre la población dejando entrever de forma maniquea e incesante que, el Gobierno podría ser responsable de las interferencias que sufrían las señales audiovisuales, son algunas de las situaciones que resultan francamente peligrosas para la democracia.
Igualmente el humor de la JP Descamisados, mucho más informativo y filoso que van der Kooy, terminó clausurando un debate sobre las interferencias que sólo puede instalar el poder de un monopolio oligofrénico al que solo le falta decir “la democracia y la libertad de prensa son mías, mías, míasˮ.