En la prepotencia del trabajo. Por esa causa, según el notable Roberto Arlt, el futuro será nuestro. Si la construcción colectiva del porvenir de la Patria tiene como condición fundamental la incansable tarea trabajadora, estamos convencidos que para que haya destino deberá mantenerse y propagarse el espíritu militante que hoy recorre nuestros barrios.
Como cada 17 de noviembre, quienes abrazamos la causa del peronismo recordamos y celebramos el regreso de Juan Domingo Perón a suelo argentino tras 18 años de exilio, de persecución, de proscripción. Años que también fueron de resistencia, de militancia inclaudicable, de constancia en las convicciones, de coraje para un pueblo que por su líder luchó. Y volvió.
Hoy a 42 años de aquella jornada histórica muchas de esas banderas siguen en lo alto y vuelven a flamearse en los rincones de la Patria, en los barrios, en las unidades básicas, en la militancia que se organiza y construye. Con esos mismos principios y valores, hoy somos miles, millones los que creemos en la causa de la solidaridad al prójimo, en comprometerse en nuestro tiempo y nuestra circunstancia.
El reverdecer del sueño de Perón y Evita, ese que tiene al pueblo protagonista, solamente fue posible en la actualización doctrinaria del peronismo que es el proyecto político de Néstor y Cristina. Es que de 2003 a esta parte, la esperanza militante, las ansias de participación, aquel héroe colectivo volvió a surgir de las entrañas del pueblo argentino, vínculo de validación y puesta en marcha de este proceso transformador e inclusivo.
Tras más de 10 años de la llegada de Néstor, de haber salido del infierno para volver a reconocer derechos, hoy se empiezan a escuchar voces que como cantos de sirena parecen llamarnos a volver a sitios donde ya hemos estado y a donde no queremos volver. Aquellos que se vuelven condescendientes con los buitres de afuera ( ¡y con los de adentro!), los que repiten apotegmas entreguistas como único camino de solución, no son otra cosa que la voz de los que no creen ni pueden comprender que el pueblo argentino ya ha decidido su destino: el del protagonismo, el de revolución, de participación colectiva. Y nunca más abandonará su rumbo militante ni su prepotencia de trabajo.
Esa decisión, la de aportar por el otro, por el que más lo necesita, lo celebramos desde el peronismo pero lo aplaudimos en todos aquellos que deciden poner el cuerpo y el alma en cada tarea social, en cada barrio postergado, en los que sin miramientos dan todo de sí para ayudar al que precisa una mano, independientemente de la organización que lo motive.
El proceso cultural y social que llevó al surgimiento de un líder único e irrepetible como Perón en Argentina dio también lugar a la exposición de lo que Scalabrini Ortiz llamó como “espíritu de la tierraˮ, esa muchedumbre innúmera, surgida del barro y con destino de cielo, que sería el reaseguro del peronismo aún en la proscripción. Porque la resistencia nunca puede entenderse como un grupo organizado y constante sin contemplar que se trata además de un sentimiento que además de construcción política tiene todo de amor y de fe.
El 17 de noviembre de 1972 es la expresión más acabada de ese proceso de lealtad eterna y de construcción militante entre el líder y su pueblo. Hoy ese mismo amor permanece y se agranda, hasta volverse irreversible en la historia de la Patria