Editorial

La organización venció al tiempo

por La Cámpora
1 jul 2014
A 40 años del dí­a en el que desapareció fí­sicamente el Presidente y lí­der del mayor movimiento que tuvo el pueblo argentino, Juan Domingo Perón, esta nota podrí­a ser una efeméride. Han pasado cuatro décadas de su paso a la inmortalidad, aunque inmortal ya era. En estos años, Argentina tuvo presidencias, proscripción, elecciones, dictaduras, crisis sociales y de representación polí­tica, democracias y gobiernos populares. A lo largo de todas estas etapas su nombre siempre fue mencionado. En algunos casos mediante una silenciosa acción transformadora y en otros mediante la demagogia y la tergiversación, mientras las plazas se llenaban de  pueblo reclamando por sus derechos. De su vida podrí­a escribirse una biografí­a entera, de esas que vienen en varios tomos. Sin embargo, hoy elegimos conmemorar un momento en el que un hombre pasó a ser historia, y ser historia es que trascienda y venza al tiempo. Lo que conmemoramos hoy es un pueblo que se hizo grande. El 1 de julio de 1974 murió Perón, lí­der indiscutido de las masas populares. Aquel hombre que logró que las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberaní­a polí­tica aún no sean comprendidas por nadie que no lo sienta, aunque no se trata de sentir nomás. Su partida puso en juego décadas de dignidad y ampliación de derechos para los siempre marginados, los cabecitas negras, los descamisados. Ese dí­a lloró y se levantó el pueblo entero, consciente de lo que Perón le habí­a dejado: amor e igualdad.   Ese pueblo era el mismo que pidió por su libertad el 17 de octubre glorioso, ese pueblo fue el que se animó a levantar sus banderas ante lo que fuera el inicio del más sangriento destino que padecimos los argentinos. Ese pueblo, que hoy lleva su nombre a las urnas, sabí­a que lo hací­a porque nadie nunca habí­a pensado en él, como lo hizo Perón. Porque fue ese hombre el que habí­a logrado que la juventud volviera a creer en la polí­tica, se empoderara de derechos y se organizara. Que los hombres salieran a pelear por las conquistas que él pregonaba para los trabajadores. Que las mujeres participen, salgan de sus casas y, en igualdad, abran las persianas de las Unidades Básicas, y de la mismí­sima historia. Que la soberaní­a nacional y la independencia económica sea un derecho, para que ningún buitre de afuera pueda atentar contra las  decisiones polí­ticas mediante condicionamientos y arbitrariedades ajenas a los intereses del pueblo. Las vicisitudes de la historia y la memoria colectiva hicieron posible que la doctrina peronista jamás pierda vigencia y lleve en su recuerdo una Evita que supo ser el alma del pueblo y la jefa espiritual que empoderó las conquistas otorgadas por Perón. Las casualidades no tienen lugar en la historia, la realidad sí­. Por eso este perí­odo de continuidad histórica que logró que aquel movimiento renazca hoy para levantar esas mismas banderas, logra que un pibe de 16 años vote y lea el  Manual de conducción polí­tica, impensado diez años atrás. Que las fábricas estén abiertas y en constante crecimiento, que YPF vuelva a ser nuestra, que los trabajadores tengan cada vez más derechos, que los niños sean los verdaderos privilegiados, y que mientras haya un pobre en la Patria, haya un proyecto nacional y popular que defienda la felicidad del pueblo. Este siglo nos encuentra unidos, organizados y solidarios. Tal como lo dijo el general Perón y tal como nos enseña Cristina cuando defiende a la Patria de quienes nos quieren hacer flaquear a través de intereses mezquinos disfrazados de estabilidad financiera mundial. Y son los mismos que lo intentaron en otras oportunidades financiando el miedo, el terror y gobiernos neoliberales. Pero siempre nos ven renacer, una y otra vez, como el Ave Fénix. Hoy conmemoramos la grandeza de un pueblo que supo comprender de qué se trataba la Patria liberada. La grandeza de un pueblo que asumió su responsabilidad y el compromiso con el legado de un lí­der que desarrolló la organización a la más fina de las doctrinas. Hoy no nos dejamos encandilar por el brillo falso de la frivolidad que supo dividirnos en otros tiempos y que se asoma cada vez que puede. Porque somos la continuidad, porque sabemos que las conquistas sociales son derechos, porque no estamos solos. Porque en cada escuela, en cada casa, en cada universidad, fábrica o barrio está el legado de aquellos compañeros, trabajadores, militantes y peronistas que dignificaron al pueblo y a nuestra Nación. Porque hubo un Néstor, porque hay una Cristina. Porque estamos nosotros. Porque como dijo hoy la Presidenta, ellos siempre  estarán  custodiando el legado histórico popular del Siglo XX".
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