Política

Rodolfo Walsh

La verdad se milita

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Un 9 de enero de 1927 nacía Rodolfo Walsh, el escritor de pluma exquisita, el periodista de ética inquebrantable, el intelectual comprometido con su tiempo y su país, el militante político de una vocación transformadora sin fisuras.

por Agrupación Rodolfo Walsh - La Cámpora UNLP *
9 ene 2025

Rodolfo Walsh tenía en su poder una prosa sin igual, embellecida por su propósito justicialista. Criado en una familia conservadora y en un colegio de curas irlandeses, que se encarga de describir en más de un cuento, con una hermana monja y dos hijas laicas: Patricia y María Victoria.

 

Hubo dos cosas que convierten a Walsh de un ajedrecista y escritor de policiales asépticos al periodista, intelectual y militante comprometido que terminó entregando su vida por esta Patria: la investigación de Operación Masacre y la relación con su hija Vicky.


“Hay un fusilado que vive”, escuchó en un bar de 6 y 54 en la ciudad de La Plata, y cambió su vida para siempre.

Bautismo de un periodista con un compromiso por la verdad tan intachable que su propia investigación lo hizo cambiar de ideas políticas. Nace el Walsh que le da nombre a la Revolución Fusiladora.

 

El mismo hombre que, años más tarde, desde el mismo semanario de la CGT investiga “¿Quién mató a Rosendo?”. Aún con objeciones y críticas de los propios, por “hacerle el caldo gordo” al Régimen, continuó su tenaz investigación que desenmascara al Vandorismo “como instrumento de la oligarquía en el movimiento obrero”.

 

Diez años antes de eso, dejó todo en Argentina, tras ser convocado por el periodista y militante revolucionario, Jorge Ricardo Masetti, para formar parte de la Agencia Prensa Latina en una Cuba revolucionada. Un Rodolfo Walsh viajó y otro Rodolfo Walsh volvió: el revolucionario.

 

Revolucionaria también su hija Vicky, con quien compartía un amor clandestino, de encontrarse en bancos de plaza, de llamarse Hilda y Esteban, de preocupaciones inconfesas y de orgullos implícitos. Aunque él contó a sus amigos de ese orgullo por su hija, que tuvo una vida entregada a los otros y una “muerte gloriosamente suya”.

 

En septiembre del 76, el día de su cumpleaños, Vicky vocifera sus últimas palabras: “Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. Hacen eco en el padre con quien, además, también compartía organización.

 

“El terror se basa en la incomunicación”, rezaba. Todavía hoy nos recuerda ese hombre que la verdad se milita.

El 25 de marzo de 1977, un año y un día después del comienzo de la Dictadura, Walsh rompe el aislamiento.

Sale de su casa ofuscado, temeroso, todos los ojos del mundo lo están observando. Toma el tren, copia en mano. La lleva abrazada, aferrada. En la cintura, una pistola calibre 22 que le había regalado su esposa, Lilia Ferreyra, para el cumpleaños: “Para evitar caer vivo en sus manos”.

 

La primera parada es un buzón de una esquina transitada. Walsh lo mira y el buzón, desafiante, le devuelve la mirada. “Sin la esperanza de ser escuchado”, recuerda. Deja una copia.

 

Sigue por otras casas de conocidos, confía en que la van a hacer llegar lejos. Muy lejos, donde puede ser leída. Vuelve a sentir la satisfacción moral de cometer un acto de libertad.


La carta que deja en los buzones denuncia quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos en su primer aniversario del golpe militar.

Habla de la creación de campos de concentración en donde existe tortura sin límites –El Potro, El Torno, el despellejamiento en vida, El Submarino, la picana- y fusilamientos sin juicio. 

 

Pero a pesar de ese terror, Walsh está seguro de que no es esto lo que más sufrimiento le trae al pueblo argentino y que la peor violación a los derechos humanos de parte del gobierno de facto es el programa de miseria planificada que destruye el salario de los trabajadores y convierte al Gran Buenos Aires en una Villa Miseria de 10 millones de habitantes.

 

Por la esquina de Entre Ríos y San Juan, Walsh ve llegar uniformados. “Con la certeza de ser perseguido”, recuerda. Desenfunda la calibre 22 y se bate a duelo, fiel al compromiso que asumió hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

 

Walsh llega con vida a la ESMA, en pleno corazón porteño, el mayor centro de detención clandestina donde se cometían las calamidades que el escritor denunciaba en su carta. Las heridas son muy graves, muere al poco tiempo de llegar allí. Alfredo Astiz putea. Lo querían vivo, no les dio el gusto.

 

“El verdadero cementerio es la memoria”, decía Rodolfo Walsh. Ahí lo guardamos, lo acunamos, lo celebramos. Hoy, 49 años después, el gobierno de Javier Milei profundiza su negacionismo con despedidos en la Secretaría de Derechos Humanos y el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti que funciona en el Espacio Memoria Ex ESMA. 

 

Elegimos honrar a Walsh como a cada uno de esos muertos sin sepultura: recordándolo y reafirmando que acá hay un pueblo que pelea por la Patria que soñaron los 30 mil.

 

*Conducción del Centro de Estudiantes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.