Podemos cuidarla, dijo Hebe. Ella, la madre que hizo de la maternidad una búsqueda colectiva. Entendió más que muchos al cuidado como una responsabilidad social, que nos involucra a todos y todas. Su pañuelo no tenía bordado el nombre de sus hijos. Y ese simbolismo fue una decisión política que sostuvo con palabras y con acciones. Socializar la experiencia materna implicó para ella comprenderla desde una perspectiva de solidaridad. Una marca que la definió a lo largo de su vida. “Que los otros pibes sean tan importantes como tus propios hijos, o incluso más.”
Porque a Hebe, con una diferencia de tan solo diez meses, la dictadura le arrebató en 1977 a Jorge y a Raúl, dos de sus hijos, ambos militantes del Partido Comunista Marxista Leninista. Reivindicó siempre sus ideas revolucionarias, y su identidad política, y atribuyó su propia lucha como un legado de esa historia: “antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una ama de casa más. No sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero desde que desapareció mi hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran; el encuentro y el ansia compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que antes no me interesaba saber”.
Nunca se victimizó, muy por el contrario, Hebe proyectaba una imagen de una mujer con una potencia arrasadora. Con voz grave y brazos fuertes, se paraba en la primera línea de conflicto, con su impunidad de madre, les cantaba las cuarenta a la policía montada a caballo, a la policía con bastones, o a la policía con armas empuñadas. Iba al frente como ninguna. Nunca no estuvo. A lo largo de los años, además del pedido de aparición con vida, su narrativa y su acción política comenzó a investigar otras aristas que buscaban también llevar adelante los sueños de la generación de sus hijos.
Nos convocó a entender que la solidaridad no es solo dar lo que nos sobra, sino lo mejor que tenemos. Y lo repetía. Machacaba y machacaba. Hebe sin dudas cumplió con ese precepto.
Fundó la Universidad de las Madres, y muchas compañeras y compañeros que hoy ocupan lugares de responsabilidad se formaron ahí, dieron sus primeros pasos como militantes políticos de la mano de esa propuesta inédita que llevó adelante la Asociación. Hizo y no dejó de hacer. Siempre para adelante, siempre con fuerza. Un torbellino, una madre todoterreno que siempre exigía más.
Después condujo Sueños Compartidos, construyó viviendas, jardines de infantes, colonias de vacaciones, orquestas. Desplegó dignidad para aquellos a los que la sociedad siempre les dio la espalda. Un proyecto que generó puestos de trabajo en todo el país.
Allá por 2008, Hebe citó en su oficina a alguien que había salido de la cárcel hacía ocho meses y que desde entonces estaba en la búsqueda de trabajo. Rebotaba en todas partes porque tenía antecedentes penales. Se frustró, puteó. Y pensó en volver a delinquir. Estábamos en plena explosión del kirchnerismo. Había caído preso en 2001. Un baile acompasado con la historia argentina, con sus vaivenes y sus retrocesos.
“Estuve preso por robar, vivo en una villa, no me aceptan en ningún lado”, empezó él. “Pará, pará, no me interesa eso”, dijo Hebe. Y siguió: “¿vos querés trabajar? ¿Vas a comprometerte?” Le dijo que empezaba al día siguiente. Ese compañero era Pitu Salvatierra.
Hebe apartó el estigma. Ni siquiera lo apartó. No lo contempló en ningún momento. Le abrió los brazos, lo hizo parte. No hables de meritocracia, me da gracia, que sin oportunidades esa mierda no funciona. Le dio una oportunidad y le transformó la vida para siempre, justo cuando nadie lo hacía. Lo alojó, como una madre.
La solidaridad es incomodarse por otro y para otro. Y en el caso de Hebe, la solidaridad fue también incomodar a los otros, sacudirlos.
"Por más que nos tapen, estamos. Por más que nos pongan mil milicos adelante, estamos. Por más que no les guste, estamos Y si nos matan, seguiremos estando". Y vaya si seguís estando, Hebe querida.