Para llegar al 19 y 20 de diciembre del 2001 hicieron falta muchos años de políticas planificadas dictadas por el FMI y con el acuerdo y el impulso de los grandes grupos económicos argentinos que heredamos de la dictadura militar. El saqueo sistemático fue posible únicamente por la complicidad del monopolio mediático que el mismo sistema iba alimentando, Clarín, que mientras una dirigencia entregadora e irresponsable desmantelaba todo el esquema productivo del país, nos decía a través de todos sus diarios, canales de televisión y sus radios que estábamos en el primer mundo y que “la modernidad era asíˮ. El futuro había llegado, “todo un palo, ya lo vesˮ.
Para poder someter a todo un pueblo a políticas tan claramente antipopulares, además del permanente lavado de cerebro mediático hizo falta instalar fuertemente la sensación de miedo. Miedo a pedir un aumento o mejores condiciones de trabajo porque había cada vez más desocupados que harían lo mismo que vos por menos. Miedo a protestar porque la policía tenía órdenes de reprimir violentamente cada protesta para escarmentar a la organización popular. Miedo a hacer política porque no tenía sentido ir contra algo tan grande, tan inmenso, tan mundial, tan globalizado: la resignación era el único camino realista. Miedo a levantar la cabeza del rebaño. Miedo a pensar distinto.
Hoy se cumplen catorce años de aquellas jornadas de levantamiento popular en las que la policía mató a 38 personas por orden de una dirigencia política que horas después se escapó en helicóptero. Dejaron, además de cadáveres en las calles, 22% de desocupación, un 50% de pobreza y un pueblo sin confianza ni esperanza para salir de esa situación.
Por supuesto que ninguno de los responsables de semejante tragedia nacional fue condenado por esta “Justiciaˮ a la que nadie puede tocar ni criticar porque ha decidido ser independiente, no de los otros poderes, sino del pueblo.
Luego de tres gobiernos populares, de la mano de Néstor y Cristina, el país es completamente diferente. El trabajo y el consumo popular son la base de un modelo que desmintió a todos los que decían que era imposible decidir por nosotros mismos. El miedo se transformó en participación y la resignación en empoderamiento social.
Hoy, con el nuevo gobierno, asistimos al regreso de esas mismas políticas de ajuste y de saqueo. El mismo monopolio mediático que hace décadas justificó el desguace del estado, hoy nos quiere convencer absurdamente que una devaluación brutal es un “sinceramientoˮ. Nos titula y nos repite en todos sus medios que es inevitable que tu salario de repente valga 45% menos para que un grupo de 45 empresarios se lo queden. Lo que es una decisión política tomada por Macri y los CEO de las empresas más poderosas para quedarse con miles de millones de pesos que hasta ahora eran repartidos entre todos los argentinos, la impunidad mediática lo quiere hacer parecer como algo “inevitable para que vuelva todo a la normalidadˮ. Les bajan los impuestos a los sectores sojeros especuladores y toda esa plata sale de tu bolsillo pero nos dicen que “el campo tiene que estar felízˮ.
Lo que no tienen en cuenta estos voraces empresarios devenidos en políticos maquillados y coucheados para engañar a los más desprevenidos es que hoy en la Argentina existe una conciencia social mucho más desarrollada que en los años noventa y ya no nos creemos las mentiras psicodélicas del Grupo Clarín. La gente discute de política libremente, con criterio propio, en defensa de sus propios intereses. Como individuos, como trabajadores y como pueblo. Con paciencia y madurez democrática. Con determinación, convicción y alegría. Y sobre todo sin miedo. A nada ni a nadie.