Hoy como cada 25 de mayo desde hace seis años, tratamos de recordar aquel mediodía de 2003, la imagen de un hombre sencillo que se trasladaba desde su querida Patagonia hacia aquello que dicen el centro del país: Buenos Aires. Esta contradictoria y degradada ventana que con tanta vacilación repara al apreciar a nuestros compatriotas olvidados en las tierras más impenetrables de nuestro País.
Para algunos, era un hombre ciertamente desaliñado y desalentadora imagen de imperio. Para otros, era simplemente un nuevo Presidente de la Nación, a quien desde la mañana muy temprano, los en ese entonces atentos espectadores de la realidad, intentaban describir junto a aquellos hombres y mujeres que comenzarían a formar parte de la vida de todos los argentinos. Seguramente para muchos era un día más. Veníamos de una etapa verdaderamente crítica en términos políticos e infaliblemente desalentadora en términos de autoestima.
Era una plaza triste. Era una plaza de protesta, desolación y resignación. Era una Argentina amargamente emblemática de pobreza y desesperanza, de falta de empleo, de obras públicas paralizadas, gran recesión económica, ingresos deteriorados, estado nacional en default, y cientos de argentinos que emigraban hacia otros países en búsqueda de un empleo digno y la posibilidad de forjarse un futuro “mejorˮ lejos de sus afectos.
A pesar de este escenario doliente, nosotros estábamos firmemente convencidos que comenzaba una nueva etapa en nuestro país, comenzaba un Proyecto de país que se construía con un solo objetivo: devolvernos la autoestima y la confianza a todos los argentinos y ayudarnos a convencernos que se podía lograr un país más justo y equitativo.
Y así comenzaron a transcurrir los días de Gobierno. Nadie esperaba que se encarnara desde este Proyecto una férrea defensa de los derechos humanos, se impulsó la integración de una nueva Corte Suprema, la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, la redistribución del ingreso, el fin a la intervención de los organismos internacionales que una y otra vez saquearon a nuestro Pueblo, la creación de más de 3 millones de puestos de trabajo, el desarrollo del Plan 700 escuelas, la recuperación de las escuelas técnicas, construcción de más 400 mil viviendas, reducción de la tasa de mortalidad infantil, la recuperación del sistema previsional argentino, la propuesta de proyecto de una ley de servicios de comunicación audiovisual de la democracia, y en definitiva, un Proyecto de país que lucha para no dar marcha atrás y volver a aquellos días que provocaron las consecuencias más tristes de nuestra historia.
No podemos ser ingenuos: hoy estamos orgullosos de asistir a este nuevo aniversario de la gestación de una nueva Argentina, otrora comandada por el compañero Néstor Kirchner, hoy liderada por nuestra compañera Cristina.
Este Proyecto está integrado por hombres y mujeres convencidos que este es el camino. Sí, leyeron bien: hombres y mujeres. Seguramente falta mucho por hacer, pero todo lo que falta sólo puede lograrse con la ayuda de todos. Con aciertos y errores, con virtudes y defectos, no es menos cierto que este fue el único Proyecto que logró poner de pie a nuestra Argentina en desmedro de todo un arco político que participa desde hace décadas en diferentes espacios y que sus aportes sólo fueron desde los estudios de radio y televisión, y desde los libros platónicos de la ciencia política.
Por todo lo que hicimos y por todo lo que falta, seguiremos trabajando porque creemos en este Proyecto, porque sabemos que este es el único camino posible y porque estamos convencidos que hoy tenemos la gran oportunidad de convertirnos en los protagonistas de una historia que aún no termina de escribirse y que el final sólo depende de nosotros.
Por nuestros abuelos, por nuestros padres y por nuestros hijos. Seguiremos luchando por un modelo de país con igualdad, verdad, memoria y justicia.
Por los compañeros que lucharon, por los que luchan y por los que podrán enorgullecerse de las conquistas alcanzadas.