La vigencia del Cordobazo se explica, en parte, debido a que aún existe explotación, asfixia económica-social y desigualdades, herencias de las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri, profundizadas por la pandemia de COVID-19.
Al momento en que se sucedieron los hechos, el Movimiento Obrero Organizado se encontraba representado por un sindicalismo peronista fuerte y sindicatos independientes que acompañaron, enriqueciendo el repertorio de acción, encabezando las columnas que bajaron de las fábricas ubicadas en los Barrios Santa Isabel y Ferreyra, para concentrarse y luchar por defenderse de la injusticia.
El golpe de Estado de Onganía, mediante su ministro de economía Krieger Vasena, ya había intervenido sindicatos a la par que buscó la atomización del movimiento obrero, instalando sindicatos por fabrica. Asimismo, liberó exportaciones, fue contra las conquistas de los trabajadores, oprimió a la clase media y avivó el clima social siendo el congelamiento de sueldos, las quitas zonales (significaban un descuento real del 13% en los sueldos de los trabajadores y trabajadoras industriales) y la quita del “sábado inglés” lo que transformó a la Ciudad de Córdoba en una olla a presión.
Iba ser el 30 de mayo el paro nacional, pero la Córdoba rebelde se adelantó: los obreros y las obreras salieron el 29 de mayo de 1969 a las 10 de la mañana desde las fábricas ubicadas en barrio Santa Isabel, a unas 40 cuadras del centro; reclutando estudiantes en la Universidad Tecnológica que siguieron su paso.
En el microcentro, se sumaron Luz y Fuerza, Curas Tercermundistas y estudiantes de universidades y secundarios. A las 12 del mediodía con el asesinato de Máximo Mena por su doble condición de obrero y estudiante, fue el grito final. Dos horas más tarde, todo aquel que no estuviera uniformado, estabo unida de una u otra manera a la lucha.
Hubo caídos, heridos y el barrio Clínicas, fiel a su tradición libertaria (recordemos que allí se inició la Reforma Universitaria de 1918), se transformó en un bastión de resistencia hasta el día 31 de mayo.
La protesta organizada se transformó en rebeldía acompañada por amplios sectores de la población, cambiando las cosas para siempre, dando paso a reivindicaciones obreras revolucionarias que se vieron reflejadas en la declaración de La Falda, Huerta Grande y posteriormente en el programa de la Confederación General del Trabajo (CGT) de los Argentinos.
El movimiento organizado fue fruto de una larga marcha. La Resistencia desde el 55, el sentido de pertenencia a un colectivo “laburante”, la democratización del poder, una izquierda más próxima que leía acertadamente las bases y una dirigencia peronista fuerte con desprendimiento de egoísmos sectoriales; derivó en una “mesa de tres patasˮ: Atilio López, Elpidio Torres y Agustín Tosco.
El Cordobazo, entonces, es parte de lo que somos y lo volvemos a revivir cada vez que marchamos o peleamos por achicar una brecha, apelando a los valores que nos guían: independencia económica, justicia social y soberanía política.
Se dejó la vida allí, se arriesgó el pellejo y se volteó a un régimen. Ahí reside la razón por la que un día como hoy seguimos recordando al Cordobazo a flor de piel.
Y, pese a las contradicciones propias de la sociedad cordobesa producto de pérdidas y dolores por toda una generación que ahora nos faltan, este hito fue, es y seguirá siendo un emblema de rebeldía y luchas colectivas en pos de la felicidad del pueblo argentino.