Fue para resolver el mismo conflicto –patria o colonia- que Perón edificó esa enorme construcción doctrinaria denominada justicialismo y que el peronismo se construyó como movimiento nacional. Como “la política de los imperialismos es dividir para reinar”, había que oponerle la de “unirnos para no ser dominados”.
Unión por la Patria: tal es el nombre del bloque peronista actual, con que perseguimos, en la protección de los intereses nacionales, el punto de unidad que no se coaguló durante la experiencia del Frente de Todos. Pero si Horacio González, en la década del 80, denominó a Juan Perón “el General de la conciencia desdichada” fue precisamente porque, buscando la unidad nacional, creaba una identidad que producía siempre nuevas formas de disgregamiento y discordia. La aprobación de la Ley Bases, por ejemplo, contó con votos del peronismo, a los que políticamente no les cabe otra calificación que “traición a la patria”. En nuestras ambiciones y en nuestras aspiraciones, decía Perón, solamente una bandera debe ir delante de nosotros, que es la bandera de la Patria. Cuando rotondas, cargos o proyectos individuales se ubican por delante, se profundiza la insatisfacción democrática y la desconfianza en la política. En este aniversario de Perón, tal vez lo más importante sea recordar que “nuestra revolución habrá de definir su sentido como la revolución de la verdad. Como el movimiento nacido para reajustar los hechos a las palabras”. Para que la defensa de la patria y de su pueblo representen el objetivo auténtico de la etapa, tiene que haber unidad entre las palabras y las acciones.
Perón tenía en claro que el propósito del colonialismo es siempre suprimir la soberanía nacional y la libre determinación de los pueblos. Y que su tecnología de gobierno se despliega a través de la deuda. Por eso a mediados de junio de 1946, a pocos días de asumir su primer mandato, anunció que la Argentina pagaría la totalidad de la deuda externa, unos 12.500 millones de pesos en moneda nacional. Lo mismo hicieron Néstor y Cristina sacándose de encima al Fondo Monetario Internacional.
La reconstrucción del proyecto nacional, más allá de las frases hechas de coyuntura, sólo puede lograrse asumiendo y resolviendo la crisis de deuda en curso. El desendeudamiento es una condición imprescindible para obtener la independencia económica, y luego para realizar la justicia social, que involucra no solamente la redistribución de la riqueza sino también de la autoestima popular. La deuda es productora de culpa; en cambio la soberanía genera dignidad, empoderamiento…y libertad.