Política

Tres modelos en disputa

Ni neoliberalismo, ni desarrollismo: justicialismo

Libro

El peronismo sobrevivió al paso del tiempo, sus líderes y coyunturas históricas gracias a su fortaleza, que radica en su doctrina y en su capacidad para garantizar un alto grado de igualdad y oportunidades, o si se prefiere, justicia social. A través de su pensamiento y su acción, Juan Domingo Perón sentó las bases de la “doctrina justicialista”, un cuerpo de principios que aún hoy mantienen vigencia, y un “modelo económico justicialista”. Todo esto te lo cuenta un libro que acaba de publicarse y ya está disponible para todas y todos.

por La Cámpora
3 jul 2024

El modelo económico justicialista, en distintos momentos históricos, le permitió al pueblo argentino alcanzar mayores niveles de prosperidad y conquistar nuevos derechos, al mismo tiempo que promovía el desarrollo y el crecimiento de la economía nacional (1945-1955 y 2003-2015).


Desde mediados del siglo XX, el modelo económico justicialista alternó con otros dos, uno diametralmente opuesto, el modelo económico neoliberal-financiero, y otro con el que tiene algunos puntos en común, pero también diferencias insalvables: el modelo económico desarrollista.


Estos son los asuntos cruciales de la historia y el presente que aborda el libro “Modelo Económico Justicialista: tres modelos en disputa”, publicado recientemente por la editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP), y que fue compilado por los compañeros economistas Santiago Fraschina y Lucas Gobbo


Porque entendemos que, para dar el debate que la nueva realidad nacional requiere, con la asunción de un gobierno libertario en lo discursivo pero ortodoxo en lo económico, resulta imprescindible comprender las diferencias entre los tres modelos, y poner una vez más blanco sobre negro las consecuencias de la aplicación de cada modelo y quiénes son sus ganadores y perdedores. "Hay que estudiar, formarse y salir a discutir estás cosas", diría Cristina.


En ese sentido, el libro cuenta -respecto al modelo neoliberal-financiero-, que fue instaurado por la fuerza con el golpe cívico-militar de marzo de 1976. También denominado “de valorización financiera”, sitúa al sector financiero como protagonista central de la vida económica nacional, para que los lineamientos macroeconómicos y las reglas de juego fomentan la valorización del capital en el circuito financiero, y no en la economía real. Se ha visto a lo largo de la historia reciente, y ahora, una vez más, con el gobierno de Milei, Caputo y Sturzenegger, que la liberalización financiera, la apertura comercial y las altas tasas de interés perjudican severamente a la industria nacional y a los trabajadores.


Se trata de un modelo que incrementa de manera notable la deuda externa y favorece la fuga de capitales, condiciones necesarias para garantizarle divisas a los capitales golondrina que vienen al país en busca de elevadas tasas de rentabilidad y que luego de un período de tiempo, se retiran con ganancias financieras extraordinarias.

La liberalización financiera, la apertura comercial y las altas tasas de interés perjudican severamente a la industria nacional y a los trabajadores.

Para una muestra, basta un Milei (obsesionado con llegar al déficit fiscal, está destruyendo el entramado productivo, la industria, todas las actividades económicas, y empobreciendo al pueblo, en tiempo record).


Los autores repasan, además, en el libro que el modelo económico neoliberal-financiero se aplicó durante la última dictadura cívico-militar, en la década del ’90 y durante el macrismo, y su resultado es conocido: un fuerte deterioro del entramado económico y social, aumento de la desocupación, salarios a la baja y flexibilización laboral. En todos los casos, los ganadores fueron los sectores concentrados de la economía y los acreedores externos.



El modelo económico neoliberal-financiero se aplicó durante la última dictadura cívico-militar, en la década del ’90 y durante el macrismo, y su resultado es conocido.

Con respecto al modelo desarrollista, en el libro se sostiene que busca fomentar las exportaciones y las inversiones, mantener un nivel alto de empleo, pero con salarios bajos y concentración de riquezas en el sector empresario productivo concentrado. Se aclara que el modelo se caracteriza por buscar el crecimiento de la economía, la industria y la producción nacional, pero que no pugna a favor de los trabajadores en la distribución del excedente económico que deja ese crecimiento. Los motores del crecimiento deben ser las exportaciones y la inversión, sin aumentar de forma directa el consumo, como si lo hace el justicialismo. 

Este modelo no plantea la necesidad de que el fruto de ese crecimiento sea distribuido en el conjunto de la sociedad. Y ésta es la principal característica que lo aleja y diferencia del modelo económico justicialista.

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El libro arranca con una introducción a cargo del compañero Santiago Fraschina, titular de la cátedra de Economía de la UNDAV y ex funcionario a cargo del Fondo de Garantías de Sustentabilidad de la ANSES durante la gestión de la compañera Fernanda Raverta.


En esta publicación, Delfina Rossi escribe sobre “Estado o mercado, y el rol del financiamiento público”; Agustín Crivelli sobre sobre “Justicialismo, políticas de científico-tecnológicas y desarrollo; Estanislao Malic sobre “El justicialismo y las finanzas”; Julián Zícari hizo lo propio en relación a “El modelo financiero liberal y las crisis económicas recurrentes”; Itai Hagman y Ulises Bosia escribieron sobre “Autonomía, dependencia o entrega: el endeudamiento externo en los tres proyectos históricos de país”; Martín Burgos lo hizo sobre “Empresas públicas, soberanía y ambiente“; Ernesto Mattos sobre “La política agraria del peronismo”; y José Sbatella, sobre “Pesimismo de la inteligencia-Optimismo de la voluntad”.

El modelo justicialista

El libro trabaja en especial sobre este modelo. Aclara, por ejemplo, que la palabra que lo define (“justicialista”) remite al valor de mayor densidad histórica y fin último de la acción política del peronismo: la justicia social, y los autores, desde distintas perspectivas, desarrollan la idea de que para la doctrina justicialista y su modelo económico, es un objetivo fundamental que la Nación alcance un alto margen de independencia económica, para contar así con los recursos que hacen falta para reducir la pobreza, generar trabajo y mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan. De allí se desprenden el desendeudamiento externo, la integración regional soberana, la ampliación de derechos sociales, la diversificación de la matriz

“Justicialista" remite al valor de mayor densidad histórica y fin último de la acción política del peronismo: la justicia social.

En el texto titulado “modelo argentino para el proyecto nacional”, se propone mejorar el ingreso de los sectores más postergados, y esto lo logra impulsando una redistribución progresiva del ingreso. En ese proceso, es fundamental la distribución por parte del Estado de las rentas extraordinarias, que pueden ser financieras, inmobiliarias, agropecuarias, o de otros orígenes, y de esta forma se pone en discusión si la industrialización se logra a través del esfuerzo unilateral de la clase obrera y la promoción de privilegios de minorías, o con un proceso distributivo y el apoyo del Estado.


Otro mecanismo para la mejora de ingresos es el aumento de los salarios reales de los trabajadores a través de la participación activa del Estado. Es por ello que se le confiere al movimiento obrero de la fuerza necesaria para pelear por sus reivindicaciones, y se lo posiciona como protagonista de la vida política de la Nación. La generación de puestos de trabajo es prioridad para la política económica.


En el plano macroeconómico, el modelo justicialista entiende la necesidad de desarrollar el capitalismo nacional, multiplicando la producción de bienes y servicios de manera que abastezcan las necesidades de sus habitantes, y a lo largo de las páginas del libro se aclara que ese camino al desarrollo tiene sus obstáculos, que se materializan generalmente por la falta de divisas. Por eso, se apunta, se consideran vitales la planificación económica y la intervención estatal.


A lo largo de nuestra historia, este modelo fue implementado por Juan Domingo Perón y, en la historia reciente, por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. En ambas etapas se conjugó un crecimiento acelerado de la economía, con un fuerte impulso al consumo, políticas redistributivas, programas destacados de inversión pública, creación de puestos de trabajo, fomento a la industrialización y crecimiento de los ingresos reales de la población. Los ganadores de este modelo fueron los asalariados y los sectores productivos con base en la economía real.

El rol del peronismo

A partir del 2003 el kirchnerismo promovió la reconstrucción del modelo justicialista y propuso alcanzar una distribución del ingreso más progresiva, incrementar los ingresos de los sectores populares y dinamizar así el mercado interno. En el mismo sentido, hoy urge garantizar, como se subraya en el libro, que el peronismo no sea cooptado por el liberalismo ni por el desarrollismo, dado que ninguna de las dos corrientes tiene como fin la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

En el libro se deja planteado un debate fundamental de cara al presente y al futuro: cuál es el modelo económico que la Argentina necesita, teniendo bien clarito quiénes resultarán favorecidos en cada caso. Así, quizá evitemos cometer errores del pasado, y podamos tomar un camino que atienda las viejas y nuevas demandas.