Por Fernanda Raverta
Pasaron muchos años. No recuerdo bien. Era una de las primeras sentencias de los juicios de lesa que recién nacían en la Argentina. Mi hermana cree que era la de Von Wernich, en la ciudad de La Plata. Si es así, fue en 2007. Salimos de Mar del Plata muy temprano en auto, llevando el pasacalle a modo de bandera que habíamos preparado, un trapo grande que decía con letra imprenta en mayúsculas: “GRACIAS KIRCHNER”. Por esos años usábamos su apellido.
Día nublado, fresco, lloviznaba. No entiendo bien por qué los recuerdos que reúnen cierta épica son de color gris, como si la realidad se esforzara en poner registro fílmico y el sepia le sumara el concepto del paso del tiempo.
Llegamos a los tribunales. Cientos de personas esperaban el veredicto. Había algunas organizaciones estudiantiles universitarias que no eran afines a nuestro Gobierno. Creo que el tiempo de la salida del infierno que había transcurrido desde la llegada del presidente, no había permitido aún construir ámbitos orgánicos en ciertos sectores de representatividad política, agrupaciones estudiantiles, juveniles o incluso de Derechos Humanos. Aunque a la vista desde este tiempo parezca imposible.
Obviamente la anécdota reúne algo de una corrida, la defensa del trapo como si fuéramos la hinchada de un club de fútbol (pero de tres personas), la ropa mojada, la vuelta a mi ciudad con sensación de triunfo y el recuerdo olvidado hasta el día de ayer.
Pasaron muchos años, muchas sentencias, muchas condenas. En todas he participado de alguna manera, movilizando a la calle Luro, alguna emblemática desde la tele o acompañando a algún amigx, hermanx o compañerx desde el corazón.
Sin embargo, la audiencia de ayer fue distinta. Me tocó escuchar la condena a los responsables de la desaparición de mi mamá y sus compañerxs de lucha, algunxs muy cercanos; tanto que la historia se encargó de que nosotrxs, sus hijxs, militáramos juntxs muchos años después e, incluso, que viviéramos, trabajáramos o educáramos a nuestros hijxs de la mano.
Así es la vida que se impone frente a la muerte, en cada sonrisa y cada lágrima de los familiares en el Zoom en el que participamos ayer.
"Sentencia histórica, cierre, después de 10 años de proceso judicial, justicia, reparación, cárcel común, condenas ejemplares", escuchamos con gestos conmovidos mezclados entre tristeza y alegría.
Me gusta imaginar que en el corazón del pueblo se escuchó "Juicio y castigo a los culpables", como si estos 40 años pasaran en cámara rápida y tantos y tantas nos uniéramos en un único suspiro.